El 28 de mayo se conmemoró el Día Internacional del Juego, que busca visibilizar el derecho a jugar de la infancia y la adolescencia, proclamado en la Convención de los Derechos del Niño, en cuyo artículo 31 se establece:

“Los estados partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento al juego y las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.

Existen coincidencias en torno a los beneficios del juego y muchos autores han referido al tema. Hay quienes le asignan el fomento de la inteligencia, quienes le atribuyen el desarrollo de funciones cognitivas y motrices, el manejo de las emociones, el aprendizaje y el conocimiento de habilidades físicas y sociales, o la independencia del yo.

Otro artículo de la citada Convención, el 12, se refiere a garantizar a la infancia “el derecho a expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo afectan, teniendo en cuenta sus opiniones en función de la edad y madurez”. Es decir, el derecho a la participación.

Teniendo en cuenta la universalidad del fenómeno lúdico y su potencia como dinamizador cultural, grupal, y expresivo, queremos analizar las posibilidades que ofrecen ciertos juegos para promover la inclusión, la formación de grupos y la participación infantil, además de examinar las bases metodológicas que lo hacen posible.

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE JUGAR?

Jugar es un hacer que produce placer y que esconde mucha más complejidad de la que aparenta. Hay que aprender a mirar la diferencia entre juegos, en tanto cada uno de ellos expresa distintas formas de relacionarse entre quienes participan. Por ejemplo, el juego de las sillas y el del pañuelo son similares puesto que quienes “pierden” quedan fuera de la actividad lúdica. La diferencia: en el de las sillas la competencia es individual y en el del pañuelo dos grupos se enfrentan, compiten, entre sí. Ambos juegos son totalmente diferentes de, por ejemplo, el juego del lazarillo, donde una persona guía o conduce a la otra, que permanece con ojos cerrados. Los ejemplos sirven para reflexionar acerca de cada juego y de lo que cada uno de ellos expresa.

Los juegos reflejan la cultura en la que se desarrollan, es posible definir una cultura, lo que piensa y siente a través de los juegos que en ella se practican.

“Mirar a una sociedad que juega e interrogarla desde esa perspectiva es aproximarse a un mundo en el que afloran fantasías aspiraciones, conflictos representaciones que nos acercan a la atmósfera de la época” (Milita Alfaro, 1991)

¿Cuál es el juego mayoritariamente jugado en nuestra cultura? ¿Cuáles son sus reglas? ¿Cómo se juega? ¿Qué relaciones se construyen entre quienes juegan? ¿Cuáles son los valores y las relaciones de poder?

Suele decirse que los juegos se transmiten de generación en generación, verdad cuestionable actualmente por la lógica arrolladora del avance tecnológico y los juegos y juguetes que multiplican. Las nuevas tecnologías nos han inundado de juegos en línea, juegos de roles o desafíos. La infancia accede a dichos objetos y juegan masivamente con ellos desde muy tierna edad.

Aun así, esto no ha impedido que el pilla-pilla, las carreras, la escondida o el chocolate inglés, entre otros, se sigan jugando. A través de estos juegos, se transmiten procedimientos, habilidades, actitudes, formas de pensar y gestos, necesarios para la integración social. El juego tiene también la capacidad de transformación y ruptura, de creación.

El juego es creador de pautas culturales (inventa) o transmisor de pautas (conserva). A través de la repetición, los juegos transmiten signos y símbolos que refieren a esas pautas (habilidades, gestos, formas de pensar y sentir).  La industria del juguete sigue produciendo aquellos viejos objetos (muñecos y coches) de una manera más sofisticada. Pero también es posible construir juguetes y juegos que expresen nuevas pautas, otras formas de relación. Un papel puede ser un avioncito, un barco, un sombrero, … o un juguete a equilibrar en el dorso de la mano.

OTRAS FORMAS DE JUGAR CONSTRUYEN OTRAS PARTICIPACIONES POSIBLES

Para cultivar vínculos más amigables entre las personas podríamos elegir juegos que:

  • privilegien el encuentro entre quienes juegan, persiguiendo un objetivo común: por ejemplo, tratar de mantener uno, dos o tres globos en el aire (según el número de participantes) sin que toquen el suelo.
  • fomenten el conocimiento entre las personas jugando: por ejemplo…
    • invitando a intercambiar un trocito de papel a la vez que pronunciamos nuestro nombre de diferentes maneras (susurrando, en voz alta, gritando);
    • apuntando en un papel o registrando mentalmente una comida preferida, una música o grupo que me guste, una duda, una certeza, un temor… que luego se intercambiará de manera activa a partir de encuentros en parejas, que van cambiando.
  • provoquen cambios de lugar físico, como todos aquellos juegos en los que se mueven del sitio donde empezaron para encontrarse al lado de otros, repetido de manera dinámica para que se den cambios y contactos corporales entre todas las personas.
  • favorezcan la construcción de la confianza grupal (que es un proceso que se construye a fuego lento): por ejemplo, en el lazarillo, donde el cuerpo es un juguete en el que quien conduce cuida a quien está de ojos cerrados (aunque pueda existir la tentación de realizar alguna travesura).
  • abran espacios para la expresión de sensaciones y emociones: ¿qué sentiste conduciendo a otra persona? ¿y cuándo fuiste conducido en el Lazarillo?

En síntesis, juegos que incluyen: los que implican habilidades simples y no exponen al ridículo, ni a la broma. Actividades lúdicas en las que nadie queda fuera y en las que lo verbal, lo plástico, corporal, rítmico y gestual son formas expresivas que se desarrollan en climas de tolerancia y respeto, facilitando la participación de quienes juegan.

Esto no significa que por que se elija uno o varios de los juegos mencionados el objetivo está cumplido. Tampoco significa eliminar del repertorio juegos que descarguen la agresividad y que establezcan la competencia entre grupos y sujetos.

Es un hacer que produce placer, disfrute, que desarrolla habilidades sociales tales como la integración de la diferencia, la cooperación o la resolución pacífica de conflictos. Es un obrar que construye comunidad: que al sustentarse en ciertas formas de jugar promueve nuevas actitudes y formas de relación entre quienes juegan.

CONSTRUIR LA PARTICIPACIÓN CON JUEGOS: PASO A PASO

Dicho hacer se construye a partir de un proceso de largo aliento que incluye juegos muy diversos, que privilegia unos sobre otros y que se centra en aspectos como la motivación y la atención de quienes juegan.  Se sustenta en criterios metodológicos, como:

  • La progresividad, en muchos sentidos: de los simple a lo complejo, de lo global a lo particular, de lo masivo a lo personal, de lo individual a lo colectivo. Esta gradualidad se puede abordar de diferentes maneras. Por ejemplo, para graduar la exposición puede partirse de acciones simultáneas donde todo el mundo actúa a la vez, pasar por la exposición individual en pequeños grupos hasta llegar a la exposición individual frente a todo un grupo. Dicha progresividad no se consigue en un solo encuentro.
  • La variabilidad: lo incierto, imprevisto, cambiante evita la monotonía y el aburrimiento. Sin tener miedo a que en algún momento del proceso se utilice el aburrimiento para desembocar en la creatividad, la realidad es que los cambios de actividad aportan directamente a la motivación de quienes juegan.
  • La alternancia: plantearnos poner antes de la fatiga el descanso, la relajación antes de la tensión, el caos antes del orden, o el bullicio al silencio, de manera que sumados a la progresividad y variabilidad construyen diferentes climas de juego.
  • El manejo de los tiempos, tanto de cada una de las actividades y como del tiempo de reunión. En general esto se debería regir por las diferentes capacidades de atención de cada grupo y la capacidad de motivación y encantamiento de quien coordina la actividad.
  • La sistematicidad y ritualización del encuentro que aporta signos y símbolos que al ser compartidos generan identidad grupal.

Un aspecto relevante es construir el camino para que todo esto pase: estructurar el encuentro. El encuentro es un continuo de actividades y propuestas en las que alternan juegos e intensidades variadas, risas y gritos, silencios, sorpresa, incertidumbre que provoca e involucra a los participantes. Esta estructuración se basa en los criterios anteriores y está cruzada por diferentes momentos y climas.

  • El primer momento, de recepción o bienvenida, trata de ambientar, poner en clima, motivar con acciones breves que predispongan a las personas y grupos para el desarrollo posterior.
  • El segundo momento, considerado central, apunta al desarrollo de los objetivos planteados.
  • El tercer momento incursiona en el cierre temático, evaluación o simplemente ronda de opiniones y despedida.

No es menor la necesidad de guardar la coherencia entre los juegos, las técnicas empleadas (lo que ellas expresan) y los objetivos propuestos para el encuentro (lo que se pretende lograr). Si se pretende que el grupo se exprese creativamente, los distintos encuentros deben permitir que las individualidades se manifiesten de diferentes maneras, en distintas modalidades y juegos que impliquen objetos maleables, palabras, frases, pinturas, colores, posturas, gestos y otras manifestaciones lúdicas que abran paso al desarrollo de la creatividad. No sería coherente con los objetivos propuestos desarrollar juegos de acertar, de azar o de persecución.

 Dentro de esa coherencia, entra también la figura de las personas adultas de referencia: quienes aborden la participación desde el ámbito lúdico tienen que querer jugar y vivenciar la experiencia de jugar. Concebir el juego como una necesidad básica del ser humano, abre y hace posible el jugar por el placer y la diversión que provoca y potencia las posibilidades de investigación personal y de innovación con prácticas y estrategias lúdicas.

 

Juan Pablo “Ñato” Bonetti Percovich

Profesor de educación física y educador uruguayo, varias de las ideas recogidas en este artículo se encuentran desarrolladas en los libros “Juego, cultura y…” y “Los recursos del educador y la formación: juego, cuerpo, abordajes y climas”.